Reunión del Seminario Permanente de Historia de la Facultad de Derecho
El pasado 20 de octubre tuvo lugar en las aulas del Instituto de Investigaciones Ambrosio L. Gioja una nueva Reunión del Seminario Permanente de Historia de la Facultad de Derecho. En este caso, el invitado a disertar fue el Profesor Emérito de la Universidad de Buenos Aires, Dr. Roberto Vernengo. El tema sobre el cuál se explayó se anunció bajo el título Mis recuerdos de la Facultad de Derecho.
A lo largo de su exposición, el Dr. Vernengo hizo un extenso raconto desde la década del 40, en sus épocas de alumno, hasta parte de la década del 80 cuando ya era profesor de la casa. Según sus recuerdos, la historia en la Facultad en las viejas épocas era más bien “la historia de unos pocos tipos que convivían allí”. En la década del 40 había una suerte de proyectos de tratados que tomaban la forma de exposiciones teóricas, en general exegéticas, de los profesores. Incluso en Derecho Penal, si bien era algo ilógico adoptar una postura así, también el dictado de esas clases se asentaba en el código.
Con el advenimiento del peronismo, de repente la postura ideológica de la Facultad cambió y los alumnos se vieron estudiando otra cosa distinta de un día para el otro. Pero lo que profundamente cambió fue el auditorio. “Cuando yo entré a la facultad éramos un grupo de alumnos reducidos, de clase social media-alta”. Lo que primaba en la Facultad en ese primer momento era un grupo de profesionales con cierta tradición que generalmente provenían de familias cuyos padres poseían estudios contados. Pero en consonancia con el cambio político fuerte (tanto en el peronismo como después), muchos de los profesores tradicionales desaparecieron: algunos se murieron, a otros los echaron, otros tantos renunciaron o se hicieron renunciar. Los nuevos profesores en verdad “no tenían mucho background”, y según Vernengo, los exámenes eran ahora mucho más fáciles. “Hubo muchos cambios extraños”.
Para los años 50, en su viaje a Europa, el disertante vio que allá las clases –de Kelsen por ejemplo- eran algo así como una ceremonia religiosa, donde el profesor estaba allí arriba y ni siquiera se escribía. “Cuando regresé al país la Facultad había cambiado ya totalmente”: en las clases no sólo se podía escribir sino que se podía hasta discutir en ciertos términos lo que explicaba el profesor. A fines de los 50, de repente comenzaron a publicarse obras póstumas filosóficas muy importantes que empezaron a llegar aquí y a ser discutidas en clases abiertas en donde se daban interesantes debates. Carlos Cossio contribuyó con la introducción de las obras de Kelsen y de Husserl por ejemplo. También llegaban profesores célebres invitados a dar conferencias. Mario Bunge describía aquel momento como un aluvión desesperado del proletariado tras la vorágine de la segunda guerra mundial.
Para ese entonces la Facultad tuvo que tomar conciencia de dos cuestiones fundamentales: por un lado, debía acondicionar una mejor estructura que albergara intelectualmente a una mayor cantidad de alumnos y agrupara con algún criterio a los diversos profesores; y segundo, asumir que el desarrollo académico exigía actualizarse permanentemente y que para eso era preciso que los profesores se convirtieran a la vez en investigadores. Alguno de los cambios primarios en ese sentido fue la creación de cursos para los graduados. Hombres como Gioja encabezaron proyectos vitales en ese sentido desde el dictado de sus cátedras. También apareció el problema de los planes de estudio de la facultad y las consiguientes luchas académicas. Por esa época la investigación tenía muy poco que ver con el Derecho en nuestro país. Con la existencia del CONICET (creado en 1958) aparecieron más tarde por la Facultad algunos profesores que habían pasado por ahí. Entre tanto aumentaba el número de mujeres en la carrera de manera considerable. Y fueron lentamente introducidas también algunas disciplinas como la Sociología y la Historia aplicadas al Derecho.
Hacia los 70, lo que tenía la Facultad en ese momento era que los sucesos políticos externos tenían profunda incidencia en el interior del edificio, al punto que se inmiscuían disimuladamente -y no tanto- en los discursos impartidos. Aquí se formaban las ideas políticas, las agrupaciones; todos los acontecimientos políticos nacían muchas veces desde esta Facultad de Derecho.
De a poco, ya hacia los 80, empezó a pensarse que el abogado ya no sólo tenía que dedicarse al confeccionamiento de escritos, sino que en realidad su función social es más la de resolver conflictos de la manera más eficiente posible; así empezó a hablarse de negociación, instancias alternativas, etc.
Lo que en definitiva quiso dejar como mensaje el Dr. Vernengo, es que la Facultad que en una época pasada había sido pensada para otra sociedad, en los últimos 50 años debió adecuarse al ritmo de los cambios repentinos de esa misma sociedad; y de esa forma, debió siempre de algún modo transformarse.