Pospandemia-Posderecho. Pensar la sociedad que vendrá (segunda edición)
El pasado jueves 10 de junio se realizó la segunda edición del ciclo de encuentros titulado "Pospandemia-Posderecho. Pensar la sociedad que vendrá".
En esta oportunidad, expusieron Emiliano Buis (UBA), Karina Andriola (UNLP) y Paula Comas. La coordinación estuvo a cargo de Gonzalo Ana Dobratinich y Helga Lell.
En primer lugar, Paula Comas reflexionó sobre el impacto de la pandemia en el ejercicio liberal de la profesión. “Hoy las y los abogados tuvimos y seguimos teniendo que adaptarnos rápidamente a los desafíos de trabajar en forma remota teniendo que abordar nuestro ejercicio profesional de una manera distinta, empezando a pensar en nuevas formas de planificación laboral. Estamos claramente en una bisagra de la historia de muchas profesiones y actividades laborales”, señaló. Y agregó que “tuvimos que repensar cómo lidiar con la conectividad, cómo incorporar todas estas herramientas tecnológicas a nuestro ejercicio profesional. Sin duda, lo que hemos aprendido y nos ha enseñado el COVID es que el ejercicio tradicional de la abogacía, tal como lo conocíamos, hasta fines más o menos del año 2019, ha sufrido grandes transformaciones, queramos aceptarlo o no”.
Luego se interrogó por la dimensión ética de estos cambios. “Tenemos que partir de la base de que la abogacía cumple una función central en cualquier sistema democrático. Nosotros somos como profesionales, los encargados de alzar la voz y activar los mecanismos constitucionales para que se pueda ejercer y garantizar la defensa de los derechos de todas las personas y el cumplimiento de todas las obligaciones”, explicó. En ese sentido, aclaró que “por eso nuestra profesión tiene un piso de responsabilidades y comportamientos que no podemos sobrepasar, porque si lo hacemos, afectamos claramente la función social y la jerarquía y el rol que ocupa nuestra profesión en esta institucionalidad”.
Asimismo, planteó que “nosotros tenemos organismos que son los guardianes, por supuesto, de que se cumplan estos deberes éticos, son obviamente los colegios públicos de abogados quienes, de cada una de nuestras jurisdicciones, quiénes son y los que cumplen con estas funciones de regular nuestro ejercicio profesional, de supervisar y también de controlar la disciplina de nuestra actividad profesional que fue delegada por el Estado”. Afirmó que todos los códigos éticos que hoy por hoy se encuentran vigentes en las distintas provincias de nuestro país cuentan con un catálogo más o menos similar de deberes éticos. “Hay principios rectores, principios rectores que forman parte de los deberes fundamentales de los abogados que surgen de todos los códigos por igual y que parten de la base que el abogado y las abogadas debemos en nuestro ejercicio profesional, actuar con lealtad, con probidad y con buena fe”, enfatizó. De estos principios rectores se desprenden otros deberes éticos que necesariamente también se deben cumplir como deberes fundamentales de los abogados y las abogadas. “Y acá es donde llegó a este deber que, por ejemplo, nosotros lo consideramos un poco olvidado, pero que creo, está vinculado con estos desafíos que nos trae la pandemia, que es el deber de atender de manera permanente a nuestra capacitación profesional”, concluyó.
Por su parte, Karina Alejandra Andriola sostuvo que el derecho no estuvo pensado para la emergencia sanitaria que ocasionó el COVID. “Si lo pensamos de una perspectiva positivista y kelseniana sin ser iusfilósofa del derecho, era un derecho que intentaba darnos seguridad, intentaba darnos certidumbre, que atribuía a distribuciones de poder, entonces dado A debe ser B y que, desde la teoría crítica, como quizás en antípodas al positivismo, nos planteaba analizarlo a la luz de las disputas del poder. Son dos perspectivas que no sirven porque ha cambiado el contexto de producción del derecho”. Este momento histórico, político, social, donde tenemos esta situación sanitaria que nos atraviesa y que nos ha cambiado los contextos de producción del derecho, nos ha desalojado el concepto de seguridad que nos traía y ha puesto en crisis algunas de las cuestiones sobre las cuales se asentaba nuestra vida social y por sobre todo, la administración de justicia para pensar el acceso a la justicia”. Y añadió “esas tensiones, que son un poco las protegerías las cuales yo trabajo desde la investigación socio jurídica, tienen que ver con la atención entre espacio y vida pública y vida privada, las tensiones vinculadas a la materialidad de los espacios de los cuerpos y el territorio. Esos son algunos de los ejes que a mí me ayudaban a pensar”.
Seguidamente, señaló que “cuando pienso en acceso a la justicia pienso un tema con el cual me vinculo para investigar que tiene que ver con la concepción de vulnerabilidad por aquellos sectores y sujetos vulnerables”. Aludió a los consumidores y las consumidores y las personas en situación de violencia. “Hay espacios que perdieron su materialidad y en esa materialidad perdimos quienes nos atiendan al teléfono, empezamos a encontrar que tenemos chats que tienen respuestas automáticas y que nunca terminan de satisfacer nuestras demandas. Y ahí encontramos que pasó el tiempo y ahí encontramos que las maneras, los espacios y los obstáculos de acceso a la justicia que conocíamos antes, hoy son otros”, aseguró y sumó que “cuando pienso en términos de persona jurídica tiene que ver en esta situación de poder que se torna cada vez más desigual, y tienen que ver con que el derecho en principio cambió. Porque si no puedo hacer el reclamo administrativo que se suele hacer, incluso sin acompañamiento de abogado, abogada, tengo que pensar la vía judicial”.
En ese marco, ofreció como ejemplo sobre uno de sus temas de investigación: el acceso a la justicia de las mujeres y las disidencias en situaciones de violencia. “Yo construyo un recorte, construí un objetivo, construí una metodología. Esa metodología que implicaba, que lleva a la administración de justicia y cuando tenía suerte me ponía a hacer observaciones participantes en la puerta de los juzgados. A veces podía hablar con algún alguna justiciable porque me sentaba a esperar en la mesa, en el hall y en los lugares previo a la recepción. A veces tenía suerte y lograba acceder metodológicamente dentro juzgado. Entonces podía observar el funcionamiento del organismo”, señaló.
A modo de conclusión, se interrogó acerca de cómo cambiaron los objetivos y la metodología que empleaba para llevar adelante sus investigaciones. “La respuesta que empiezo a pensar es cómo lo reconfiguro ante un sujeto que yo co-construía o estudiaba que no existe más en la manera de encontrarlo. Y ahí tenemos un montón de cuestiones metodológicas y del conocimiento que produzco o puedo producir”, sugirió. “Me pregunto cómo hacemos para producir un conocimiento socialmente útil, tanto desde los científicos como para la construcción de políticas públicas, cuando nuestros objetos y nuestras metodologías se ven interpelados por estas cuestiones que plantea la pandemia en torno al derecho y al acceso a la justicia cuando ese derecho se ve vulnerado”, finalizó.
Por último, Emiliano Buis afirmó que“si pensamos esta idea de pospandemia no solo en términos temporales, como lo que va a venir después, sino como un espacio de transición hacia un estado de cosas diferente, quizás haya algunos elementos para eventualmente aportar a la discusión”. Y propuso recurrir a la etimología de la palabra crisis. “Cuando los griegos hablaban del concepto de crisis, mostraban un momento de ruptura, pero un momento de ruptura que habilitaba una instancia de juicio, no una instancia de juicio que efectivamente permite repensar una situación anterior y proponer alguna instancia de superación”, postuló.
En relación con la experiencia pandémica, señaló que evidenció una fuerte tensión entre un fenómeno global y experiencias individuales: “Por un lado, la pandemia nos interpeló a todos, la pandemia nos atraviesa a todos. No hay lugar en el globo que no haya sentido las repercusiones del efecto de la pandemia. Es un problema de estos que llamamos problemas verdaderamente universales. (...) Pero al mismo tiempo, la pandemia dio a conocer algo que es casi como la contracara de esa globalidad, que es el hecho de que la afectación de la pandemia se vio en distintos lugares y en distintas personas de manera muy diferente”.
Por otro lado, expresó que otra constatación que trajo el fenómeno del COVID está asociada al modo en el que se concibe el orden jurídico. “Que es que una mirada unidimensional, una mirada fundada en una sola disciplina de análisis, no alcanza para comprender la pandemia. Esta idea de que la ciencia por sí sola no puede explicar la pandemia, de que la economía por sí sola no sirve para enfrentar la pandemia, de que la política sin tener en cuenta otros elementos del orden de lo científico, no logra comprender la complejidad de la pandemia”, sostuvo. Y agregó que “la pandemia es un fenómeno multidimensional y desde ese lugar creo que interpela a múltiples disciplinas que intentan de alguna manera explicar este fenómeno. (...) Y por lo tanto, leer un fenómeno jurídico necesariamente nos lleva a recuperar otros saberes, otros saberes que nuestro enciclopedismo del siglo XIX nos ha hecho colocar en cajones distintos y que hoy nos damos cuenta de que pertenecen todos al mismo armario”.
A continuación, indicó que el derecho internacional ha sido muy criticado durante la pandemia. “Ha sido visto quizás como una de las víctimas más ciertas de nuestras miradas sobre la pandemia, porque ha demostrado claramente su inutilidad para poder llevar adelante soluciones que pensamos en algún momento que un derecho internacional global basado en la paz y la seguridad eventualmente nos podía ayudar a superar”, aseguró. Y sumó que “lo que terminamos concluyendo cuando miramos a un derecho internacional hoy es que lejos de pensar que esto es un momento de emergencia y por lo tanto de excepcionalidad, lo que la pandemia nos ha dejado al descubierto, casi diría en carne viva, es lo que el derecho internacional es, ha sido y será”.
En ese sentido, puntualizó que “esta idea idealizada del derecho internacional como un orden que establece una seguridad internacional, que genera un espacio de superación de los conflictos, por lo menos en mi lectura, se revela como un orden jurídico que no solo tolera sino que además es parte inherente de una distribución de poder, donde en definitiva la universalidad del derecho no es nada más y nada menos que un disfraz para la imposición hegemónica de ciertos poderes de control de algunos estados sobre otros”. Otra ficción que la pandemia contribuyó a dejar al descubierto es este carácter estadocéntrico del derecho internacional: “Esta idea de que el Estado es la estructura necesaria del derecho internacional, que de alguna manera hace que el derecho internacional esté alejado de cualquiera de nosotros. La pandemia ha mostrado que el derecho internacional nos afecta en nuestra vida cotidiana”.
Finalmente, aseguró que “si la pandemia nos ha sacado de nuestro espacio habitual de confort, me parece que no nos afecta solo como potenciales víctimas de la enfermedad, no solo como sujetos de acción y de movilización, sino que también me parece que la pandemia nos tiene que interpelar como investigadores, como pensadores de nuestras áreas”. Y añadió que “si hay un momento en el que se pueden repensar paradigmas, en el que se puede redescubrir las bases sobre las cuales estamos fundando nuestro conocimiento, replantear los límites de nuestro objeto”.