XXVIII Jornada de Derecho de la Integración
Las instituciones de la integración: debate sobre modelos posibles
El 28 de abril se llevó adelante la vigésima octava jornada de derecho a la integración sobre "Las instituciones de la integración: debate sobre modelos posibles". Organizaron en conjunto el Centro de Excelencia Jean Monnet, Integración Regional y Derechos Humanos (IR&DH) y el Departamento de Derecho Público II.
Coordinaron Martín Canepa (profesor JFP de Derecho de la Integración) y expusieron Calogero Pizzolo (profesor titular de Derecho de la Integración) y Agustín Fabbricatore (profesor adjunto de Derecho de la Integración).
Agustín Fabbricatore se refirió al modelo intergubernamental. “Abarca los principios básicos del Derecho Internacional Público, que son los de colaboración y de coordinación, pero que tienen su base y su sustento en el respeto al derecho a la soberanía de los Estados”, sostuvo y recordó que “luego de la Segunda Guerra Mundial hablamos de este concepto de soberanía, que está despersonalizado donde según el esquema del proceso de integración en el que estemos, decimos vamos a despersonalizar este concepto de soberanía y vamos a ceder en algunos casos el ejercicio de las competencias soberanas”.
Seguidamente, destacó que sus instituciones se enmarcan dentro de lo que es la cooperación internacional. “Trabajamos en un concepto básico. El principio del derecho de la integración que tiene por objeto la conformación de acuerdos de asociación y de cooperación entre Estados en pie de igualdad y en igualdad de condiciones. (...) Los nuevos estados y la forma en la cual van a conformar las instituciones y van a expresar su voluntad en este principio de cooperación internacional se basa también en lo que es la reciprocidad por parte de los Estados”.
En ese mismo sentido, explicó dos variantes que puede adoptar el modelo intergubernamental. “En sus etapas más iniciales, podemos avanzar con una cooperación bilateral entre los Estados y ya cuando son más de dos estados, hablamos de una cooperación multilateral”.
Por otro lado, señaló que las instituciones del modelo intergubernamental basan su sistema de toma de decisiones en la regla de unanimidad o consenso. “Los Estados se guardan para sí el derecho a veto. Y esto genera, en un proceso de integración regional, un efecto paralizador. Porque no va a permitir desarrollar una normativa derivada con capacidad vinculante como pasa en el modelo supranacional”, planteó. Y aclaró la diferencia con respecto a los sistemas de resolución de controversias como el vigente en el Mercosur.
A su turno, Calogero Pizzolo comentó cómo surgió la idea de abordar el debate sobre las instituciones de la integración. “Venimos de atravesar una experiencia que interpela a las instituciones. Una pandemia, sin dudas, requiere de soluciones y respuestas comunes al problema de todos. Esto es muy interesante para el análisis comparativo para entender qué rol asume la integración y sus instituciones en la Unión Europea y el Mercosur”.
A continuación, indicó que la línea de integración siempre siguió la línea de la cooperación internacional. “En un sistema intergubernamental son los Estados los que se relacionan, eso implica un poder de veto y lo vemos en la práctica en el Mercosur desde su creación. Es una forma de organización donde los Estados no ceden competencia, donde los Estados no atribuyen competencias”, remarcó. “En este escenario es muy difícil conciliar los diversos intereses nacionales, y a partir de esos intereses nacionales, como lo demuestra el Mercosur, como lo demuestran las diferentes experiencias de integración de este tipo, es muy difícil construir a partir de esa diversidad de intereses un interés común, una política pública común y también sostenida en el tiempo”.
Asimismo, aludió al caso de la Unión Europea. “Este proceso de integración, si bien es irrepetible, tiene rasgos que de alguna manera permiten cierto dinamismo en las instituciones, por ejemplo, superar el bloqueo, el poder de veto a través de mayorías calificadas, es decir, que se pueda avanzar sin una unanimidad. La regla de la unanimidad es propia de un proceso intergubernamental. (...) No hablaría tanto de soberanía. Hablaría de que la capacidad de negociación de los Estados no se vería disminuida”, remarcó.
Por otro lado, analizó qué responsabilidad tiene la regla de la unanimidad en el avance del proceso de integración del Mercosur. “El Mercosur está castigado por lo que yo llamo la temporalidad política, es decir, pensar el mediano plazo sin desarrollar políticas públicas de acción a largo plazo que vayan más allá de los gobiernos para beneficiar a los ciudadanos”, afirmó. Y aludió al Parlamento del Mercosur (Parlasur). “Es una oportunidad. Una gran oportunidad perdida porque se concibió para dotar de legitimidad fundacional a todo el proceso. Que el ciudadano argentino, uruguayo, paraguayo, brasileño, venezolano, boliviano o chileno además se sienta ciudadano del Mercosur”, detalló.
Enfatizó que el gran desafío del Mercosur son las asimetrías: “Tenemos que generar un órgano que las combata. Tenemos el Fondo para la Convergencia Estructural del Mercosur (FOCEM). Cuando se creó el Mercosur partimos de una ficción: que éramos estados homogéneos y que íbamos a integrar un mercado común. Entonces, la Amazonía o sudeste de Brasil era lo mismo que San Pablo, y lo mismo que la Puna nuestra o la región pampeana”. Y se preguntó qué hacer con los fondos estructurales. “Hay que generar una política pública, pero no repartir por el criterio del Estado. (...) Estos criterios los tienen que hacer organismos supranacionales que tengan independencia de las políticas públicas de los intereses nacionales electoralistas”, aseguró.
En tanto, reflexionó: “De alguna manera hay que intentar desarrollar algunos rasgos de supranacionalidad, que no implican perder soberanía, implica ganar poder de negociación o capacidad de realización porque se ejerce en común”. Y sumó que “hay que ver cómo lo conciliamos con nuestros sistemas presidencialistas. Porque en Europa los sistemas de gobierno generalmente son parlamentarios. Es todo un desafío cultural”.
Finalmente, reconoció que “la integración es una necesidad. No podemos tomar el camino inverso. Poder, podemos, ya vemos dónde vamos. El mundo actual y el mundo del pasado, creado y fogoneado por la globalización, es un mundo que necesariamente requiere bloques fuertes”. “Me parece que lo importante entre el tipo supranacional y el tipo de asociación y cooperación es el espacio que ocupan los ciudadanos”, finalizó.