En adhesión al Bicentenario de la Declaración de la Independencia de las Provincias Unidas en Sud América
La libre y la laica en la FDCS: 1958
El 10 de agosto en el SUM del Instituto Gioja tuvo lugar un nuevo panel organizado por el Seminario Permanente sobre la historia de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires.
Para comenzar, Tulio Ortiz pronunció las palabras introductorias y presentó a los expositores. Luego, Horacio Sanguinetti hizo mención del conflicto “libre-laica”: “Parece una cosa remota pero en su momento nos movilizó fuertemente”. Remarcó que se trata de un conflicto bastante antiguo: “Por lo menos desde la Revolución francesa, cuando el Estado comenzó a quitarle a la Iglesia el ejercicio y la potestad sobre ciertos aspectos sociales, la educación, la familia, el matrimonio, etc.”. Recordó que en la época de Roca se crea el registro civil y la ley 1420 establece la enseñanza laica y obligatoria en los colegios. “Esto motivó grandes debates y en determinados momento el laicismo en la escuela pública desapareció”, dijo. Sanguinetti explicó que el conflicto “libre-laica” en realidad no se vincula con la confesionalidad, pero “en ese primer momento se enfrentó la universidad confesional contra la laica, nosotros lo sentimos así, porque fue la Iglesia católica la que insistió vehementemente en la creación de las universidades privadas”. Estas universidades habían existido, pero nunca se les había permitido la posibilidad de dar títulos habilitantes. Así, expresó que los sectores reformistas se encontraron con el art. 28 del decreto 6.403 de 1955, que decía que la iniciativa privada puede crear universidades libres que estarán capacitadas para expedir diplomas y títulos habilitantes, siempre que se sometan a la reglamentación que se dictará oportunamente. “El debate en sí fue tremendo, con argumentos muy fuertes y sólidos de ambas partes, también el debate en el Congreso fue muy fuerte”, evocó. Declaró también que Frondizi perdió el apoyo del sector liberal-reformista. Hacia el final, manifestó que la universidad oficial no fue siempre una universidad “libre y heroica”.
Por su parte, María Isabel Sirito hizo alusión a que ingresó a la UBA ya con la autonomía universitaria. De esta manera, relató la creación del Movimiento Universitario de Centro, del que ella participó. “Yo formé parte del grupo inicial, en noviembre de 1958, la impronta era ser equilibrados. Nos molestaban las actitudes de la parte más radical de la reforma y también las de aquellos que se escudaban en la fe religiosa y usaban la cruz para golpear las cabezas. Como no nos gustaba ninguna de esas dos posiciones, teníamos esta intermedia y albergó a una gran cantidad de alumnos”, describió e indicó que en el año 1959 participaron de la primera elección. Sirito afirmó que durante las discusiones “no me sentía ni muy de acuerdo con los de libre ni con los de laica”. No obstante, declaró que posteriormente optó por una posición favorable al art. 28 del decreto-ley 6.403, el cual facultaba para entregar títulos y diplomas académicos a las universidades privadas.
El encuentro del pasado 17 de agosto tuvo como expositores a Alberto Gabrielli, director del Instituto de Derecho de las Comunicaciones; Hortensia Gutiérrez Posse, profesora titular regular de Derecho Internacional Público; y Federico Carman.
En primer lugar, Alberto Gabrielli contó que en diciembre de 1955 Atilio Dell'Oro Maini impulsó el decreto-ley que permitía la creación de universidades privadas con capacidad de entregar títulos y diplomas académicos y consagraba la autonomía universitaria. Recién en 1958 el presidente Frondizi sancionó las normas que permitirían la creación de las universidades privadas. “El estudiantado y la sociedad toda se enfrentaron en una lucha que, vista después de medio siglo, puede juzgarse por sus apreciables resultados”, expresó. Agregó que la concreción del famoso artículo 28 de Dell’Oro Maini –que no se había derogado pero tampoco implementado y autorizado el funcionamiento de universidades privadas– impulsada por Frondizi, generó un frente de conflictos. La Federación Universitaria Argentina (FUA) se opuso y, en este contexto, nació el lema ‘libre o laica’. Asimismo, manifestó que “quienes veíamos el proyecto del presidente Frondizi como interferencia” como también al nuevo protagonismo de la Iglesia católica en el nivel universitario, levantaban la bandera de la enseñanza laica cuando en realidad deberían haberla llamado estatal. “Los que defendimos la enseñanza libre soñábamos, como los renacentistas, con un clima de libertad académica (…)”, aseveró.
Hortensia Gutiérrez Posse, a su turno, relató su experiencia como alumna de la Facultad en el momento del debate de la libre y la laica. Explicó que “no se trataba de dar una interpretación, a lo mejor sesgada, de un derecho contenido en la Constitución Nacional, al derecho de enseñar y aprender” y dijo: “Hasta donde yo recuerdo, lo fundamental no era una enseñanza libre o laica, sino que lo fundamental era la consecuencia de ese sistema en la universidad y, en particular, en lo que hace a la enseñanza del derecho”. En lo atinente a la enseñanza del derecho, señaló que, hasta ese momento, “estaba impartida por esta Facultad y otorgaba un título de abogado que era un título habilitante para el ejercicio de la abogacía, de la magistratura, de la enseñanza universitaria, el asesoramiento de empresas o del asesoramiento del Estado. Es decir, un título habilitante para un amplísimo margen de actividades académicas”. Concluyó diciendo: “Creo que la expedición de un título habilitante es un atributo fundamental del Estado”.
Finalmente, Federico Carman comenzó diciendo que el 15 de agosto de 1958, 60 mil personas se juntaron en la Plaza del Congreso con cintas verdes a favor de la enseñanza libre. Cuatro días después, se juntaban en la misma Plaza con cintas violetas para defender la enseñanza laica. Más tarde, desarrolló que “la discusión que conmovió los cimientos de nuestro país por la disyuntiva entre la enseñanza laica o la enseñanza libre se inscribe en el marco mayor del sinnúmero de antinomias que han marcado a fuego la historia de nuestro país (…) y cobra, además, una vigencia actual ya que hoy en día se enrola en el debate acerca de la calidad de la enseñanza, discutiéndose sobre si es mejor la enseñanza pública o la privada”. Seguidamente, resaltó: “El verdadero debate, el que nos merecemos, es sobre la calidad de la enseñanza en sí, ya que los cerebros no son públicos ni privados, sino reservorios dispuestos a acumular información y conocimientos”.