La Fragmentación en Argentina, ¿es definitiva?
El Decano Dr. Atilio Alterini resaltó que ante el miedo y la falta de esperanza, la mejor herramienta es el diálogo. A su vez, comentó que la formulación del nuevo contrato social se está pensando desde el la teoría del velo de la ignorancia, por lo cual quienes lo celebran no saben en qué posición de la sociedad se encuentran, debiendo ponderar todas las probabilidades. Por otra parte, subrayó que es deber de la Universidad devolverle el tributo a la sociedad que la mantiene. Y que la mejor forma de hacerlo es tratando de contribuir a mejorar la vida en la comunidad. Para adentrarse ya en la discusión, destacó que es imperioso reconciliar a la sociedad con la política.
A continuación se dio lectura a las ponencias. En los intervalos los asistentes acotaban distintas ideas o cruzaban opiniones. Un primer punto discutido fue cuál debería ser el rol del abogado en el marco social actual. Se sostuvo que el abogado no sólo debe pensar en el presente sino que debe ser capaz de pensar a futuro, rescatando el valor del derecho por sobre la norma temporal. También se propuso desarrollar una mayor interdependencia con los colegas, revalorizando la idea de la vocación de servicio y la recomposición de los valores éticos.
Luego, el debate giró hacia qué responsabilidad le compete al Estado en brindar educación, salud y alimentación. Se alertó sobre la gravedad que significará en el futuro próximo la actual exclusión educativa. También se acusó que la normativa actual profesa una escasa adecuación a la realidad de los hechos. En tanto, se sugirió un tratamiento más cabal de los fenómenos sociales dentro de las materias que se enseñan en la Facultad. Se opinó que la educación debe criticar y recrear permanentemente los valores.
Seguidamente, se debatió acerca del dilema que plantea la globalización en la vida humana. Se enfatizó que una sociedad que desea cambiar hacia alguna parte se va a desorganizar indefectiblemente. También se dijo que la tolerancia en la Argentina muchas veces suele ser un discurso sospechoso, que no tiene que ver con lo que realmente ocurre. Según algunas visiones, nos estamos conduciendo hacia una sociedad policial. Se propuso como posible solución abrir paso a un nuevo humanismo. Aunque también se admitió que hoy los hechos van más rápido que las intenciones.
Consiguientemente, se entabló un debate sobre la fragmentación entre los políticos y la sociedad, y una ruptura paralela dentro del propio sistema político con la diversificación de los partidos políticos. Se sugirió que tal hecho se debe a un colapso del sistema republicano sobre el que se sostiene Argentina, que es esencialmente presidencialista. Como evidencia de ello, se mencionó la debilidad de los debates parlamentarios del Congreso y su decadencia como institución preponderante. En ese sentido se cuestionó fuertemente el sistema presidencialista actual. En otro orden de ideas, surgió una crítica acerca de si puede una sociedad tan ritualista y trascendentalista como la argentina, tener alguna correlación lógica con una Constitución que es en general liberal, laica y tolerante. Se criticó la copia de modelos institucionales de otros países y se arengó a la invención de nuevos proyectos.
Finalmente, se continuó criticando el presidencialismo pero desde otro enfoque. Esta vez, se propuso la restricción a la facultad de la autoridad administrativa de nombrar los cargos. En ese sentido, se postuló que aquellas personas que trabajen en el cuerpo administrativo, por fuera del Presidente y sus Ministros, deben comprobar su idoneidad con exámenes de admisión, o bien demostrar una larga carrera en la actividad pública. Se fustigó la elección a dedo o por parentesco de los funcionarios más importantes y se convino en que una limitación a la facultad irrestricta de nombramientos disminuiría la corrupción y el clientelismo. También se llamó a terminar con las doctrinas de la emergencia y a bregar por una mayor amistad, fraternidad, solidaridad y pluralismo.