La Academia Carolina de Charcas y un ilustre egresado, el Dr. Antonio Sáenz, firmante de la Declaración de la Independencia y primer rector de la Universidad de Buenos Aires
El 29 de junio en el SUM del Instituto Gioja se realizó una conferencia que contó con las disertaciones de Abelardo Levaggi y Martín Böhmer. El evento fue coordinado por Tulio Ortiz y organizado por el Seminario Permanente sobre la historia de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires. La actividad tuvo lugar en adhesión al Bicentenario de la Declaración de la Independencia de las Provincias Unidas en Sud América.
Para comenzar, Tulio Ortiz dio la bienvenida y señaló la presencia de algunos descendientes de Antonio Sáenz. Posteriormente, Martín Böhmer recordó que a comienzos del siglo XVIII la formación de los abogados en América básicamente consistía en el doctorado en la universidad, en derecho canónico y en derecho civil, un práctico en un estudio jurídico y un examen ante los tribunales. Esto cambia a comienzos del siglo XVIII con el advenimiento de los Borbones a la Corona española. Los Borbones necesitaban incrementar el control de sus colonias de ultramar y el poder en el mar, frente al creciente poderío inglés. Para hacer esto, multiplicaron la regulación y complejizaron la forma de la administración en América. Esta explosión de regulación necesitó operadores jurídicos que la hagan funcionar. De esta manera, indicó que los Borbones pretendían que las universidades, además del derecho canónico y el civil, formaran también en el derecho real. En España, más de 100 escuelas y universidades estaban en manos de los jesuitas y en América más de 80. Los jesuitas estaban alineados con el Papa y los Borbones estaban avanzando en su política de autonomizarse de Roma. “Los jesuitas no iban a enseñar ese derecho en las universidades. La Corona ordena que si los doctores en derecho de sus universidades no enseñan su derecho, los doctores no van a poder ejercer ante los tribunales de la Corona”, narró Böhmer. Así, los Borbones les requieren a los doctores en derecho para litigar ante las audiencias reales el paso por una institución, que es la academia teórico-práctica de jurisprudencia. Indicó que estas academias florecen a lo largo del siglo en América: en México, Colombia, Venezuela, Lima y Charcas. Eran instituciones educativas donde los doctores cursaban dos veces por semana, una vez discutían textos jurídicos y en la otra desarrollaban simulaciones de casos judiciales, “el método del caso”. Böhmer remarcó que la Real Academia Carolingia teórico-práctica de Chuquisaca era particularmente importante porque “en Chuquisaca estaba la audiencia de Charcas que era el tribunal que se dedicaba a solucionar conflictos que surgían en uno de los territorios más importantes de la Corona que era en el que estaban las minas de Potosí”.
Más tarde, Abelardo Levaggi trazó una reseña biográfica de Antonio Sáenz. Así, aseveró que nació en Buenos Aires en 1780 y falleció en la misma ciudad en 1825. Evocó que estudió en el Real Colegio de San Carlos y en la Universidad de Chuquisaca. “La fama de la Universidad de Chuquisaca era que se trataba de una universidad de ideas regalistas, es decir, favorables a la Corona en a sus pretensiones hacia la Iglesia católica”, compartió Levaggi. Este regalismo fue heredado por Sáenz. En las aulas de Chuquisaca, tuvo como condiscípulo a Mariano Moreno y una vez en Buenos Aires se incorporó a la Sociedad Patriótica. Relató también que Sáenz se había matriculado en la Audiencia de Buenos Aires, y el tribunal lo había nombrado defensor de pobres en lo Civil. “Se ha dicho que en él prevaleció el abogado sobre el sacerdote, se destacó más como jurista que como presbítero”, aseveró Levaggi. El orador aseguró también que, desde el Cabildo Abierto del 22 de mayo de 1810, Sáenz participó en las grandes asambleas patrias: la Asamblea General Constituyente de 1813, el Congreso de Tucumán-Buenos Aires de 1816 al 20 y el Congreso General Constituyente de 1824. En este sentido, desarrolló que Sáenz fue uno de los primeros congresales en llegar a Tucumán en 1816 y uno de los más activos entre los diputados. Posteriormente, afirmó que tres directores supremos, Álvarez Thomas, Pueyrredón y Rondeau, depositaron su confianza en Antonio Sáenz para que se fundara la Universidad de Buenos Aires. Levaggi finalizó diciendo: “Esta es la personalidad que en 45 años no solo creó esta Universidad sino que también brindó un servicio invalorable al país naciente”.