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Año XX - Edición 368 16 de diciembre de 2021

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Homenaje a Ambrosio L. Gioja a 50 años de su fallecimiento

  • Notas

El 29 de noviembre se llevó adelante un homenaje a Ambrosio L. Gioja a 50 años de su fallecimiento. Organizaron el Instituto Gioja, el Departamento de Filosofía del Derecho y la Maestría de Filosofía del Derecho.

La apertura estuvo a cargo del profesor emérito Martín Farrell. Participaron, además, las profesoras del Departamento de Filosofía del Derecho, Elina Ibarra y Gabriela Scataglini, quienes comentaron brevemente sendos textos del profesor Gioja, demostrando la vigencia de su obra en la actualidad. Hacia el final, brindó unas palabras el profesor emérito Ricardo Guibourg.

En primer lugar, Martín Farrell comentó aspectos de la formación y el trabajo académico de Ambrosio L. Gioja: “Era un especialista en Kant, era un especialista en Husserl, era un especialista en Kelsen. Trabajó junto con Kelsen en California, en el Instituto de Altos Estudios de Ginebra”. Por otro lado, destacó que “en un momento dado de su carrera advirtió que entre profesores inteligentes, entre los que se destacaban Eugenio Bulygin, se había producido un cambio de ideología, se había producido una revolución en términos filosóficos que abarcaba a otros autores”. En relación con lo anterior, indicó que “cuando se produjeron los cambios, Gioja tenía prestigio y autoridad suficiente como para continuar imponiendo sus teorías, pero también tenía inteligencia y sensibilidad de sobra para advertir la importancia de estas nuevas ideas y comenzó a estudiarlas con el entusiasmo de un joven alumno”.

Asimismo, se refirió a sus posiciones políticas y filosóficas. “Gioja tenía la ideología política bien clara, era liberal, anticomunista, antinazi, afiliado a la Unión Cívica Radical. Tenía también en Filosofía del Derecho una ideología bien clara: era positivista. Tenía también una ideología muy clara en filosofía moral”, planteó.

Y recordó una experiencia personal que involucra al homenajeado. “Gioja estimulaba a sus discípulos de una manera curiosa. Por un lado, no los instaba a escribir. Cuando cualquiera de nosotros publicaba algo, inmediatamente se lo hacía llegar a Gioja y Gioja acusaba recibo al poco tiempo inexorablemente con las mismas palabras: ‘Muchas gracias por su mamarrachito, doctor’”, rememoró y sumó que “ese era el único aliento que recibíamos de él respecto a los trabajos que le entregábamos, pero al mismo tiempo Gioja fue quien pensó, editó y sostuvo económicamente la revista Notas de Filosofía del Derecho simplemente para que nosotros escribiéramos y publicáramos”.

Por su parte, Elina Ibarra hizo referencia a una de las preocupaciones vectoras de Ambrosio L. Gioja: la enseñanza de la Filosofía en la carrera del Derecho. “Gioja sostiene en un artículo llamado Derecho y Humanismo que las disciplinas que tratan los problemas humanos casi no han tenido desarrollo o este ha sido más bien tardío, como de hecho ha ocurrido con la ciencia jurídica, en la que se continúa utilizando concepciones de la antigüedad como la ética griega o la moral romana, o bien medieval como la ética cristiana, a pesar de que muchas de estas teorías no logran superar sus propios dogmatismos”, explicó.

Este artículo del año 1961 está organizado en torno a la pregunta: “¿Y a dónde vamos con esta ciencia?”. “La ciencia jurídica positiva no debe perder de vista la frontera que existe entre lo científico y lo presente, es decir, la que existe entre los hechos y los valores. Esta disciplina debe conocer claramente sus límites, pero al mismo tiempo no puede ignorar que hay un más allá de esos límites para cuidar de no caer en el olvido galileano”, expresó y agregó que “según Gioja, la solución a este problema la va a dar Husserl, quien señala que esta tensión se resuelve manteniendo, cito textual una tendencia humanista en la práctica científica”.

En la misma línea argumental, señaló que Gioja quizás haya dado por aclarada la cuestión en otro artículo llamado ¿Corresponde incluir en el plan de estudio de las escuelas de abogacía materias filosóficas?. “La tesis que sostiene en este artículo es que impartir una enseñanza profesional completa es la misión específica de la universidad y tal condición estará dada por la educación integral que incluya materias filosóficas en particular para evitar esa desarmonía perturbadora de la especialización”, manifestó.

Por último, enfatizó que “la filosofía del derecho es la disciplina filosófica que tiene por objeto de estudio el hacer del hombre frente a sus semejantes. No le corresponde el estudio del derecho en sí, sino que su objeto es el derecho positivo”. Y sumó que “de esa manera tendrá mayores posibilidades de decisión que lo ejerciten en la reflexión y en la capacidad de crítica de su propia práctica, que no elude la pregunta sobre los fundamentos de su disciplina, por lo que la actividad científica no debe descuidar el conocimiento ajeno a ella mediante una enseñanza marco que colabore en la comprensión del área disciplinar específica”.

Por su parte, María Gabriela Scataglini analizó el trabajo Sebastián Soler on Juridical Values. “En este artículo Gioja va a defender a Cossio y a la teoría egológica frente a una crítica que a Cossio y a la teoría egológica les dirige Soler en un artículo que se llama Los valores jurídicos”, planteó. “En ese artículo, nos cuenta, Gioja que Soler atribuye a la teoría egológica de Cossio, y también a lo que se llamaba la Escuela Procesalista norteamericana, no sólo cometer un error científico en cuanto a la apreciación de los valores jurídicos, sino también constituir un peligro social en el sentido de una amenaza de totalitarismo, poniendo en peligro el liberalismo”, describió.

Luego se dedicó a explicar el desarrollo del trabajo. “La primera pregunta es si Cossio es un subjetivista en relación con la teoría de los valores, que parece que es lo que le está imputando Soler. Y su respuesta es negativa. Dice que Cossio distingue entre los valores puros, pero también entre los valores reales o efectivos”, señaló. “La segunda pregunta tiene que ver con lo que tanto Kelsen como Cossio llaman la facultad creativa de un juez o la creación judicial. Gioja dice que, tanto para Kelsen como para Cossio, la noción de creación judicial es una noción objetiva en el sentido de que siempre, sea cual sea materialmente el contenido, la función judicial consiste en la aplicación de una norma superior”, remarcó.

Para finalizar, afirmó que “un poco de esto se resuelve en la tercera pregunta que es donde se juega un poco de esta cuestión más política y social. La pregunta es la siguiente: ¿La conclusión teórica de que el juez crea derecho es contraria al punto de vista liberal en política? Y la respuesta de Gioja es negativa. Dice que si bien para el nacionalsocialismo alemán es posible que los jueces podrían crear valor libremente, eso no debe confundirse con la conclusión ontológica que comparten Kelsen y Cossio de que un juez es siempre creador del derecho”.

Ricardo Guibourg sostuvo que “Gioja fue un gran maestro, fue mi maestro y quiero recordarlo como tal”. Y agregó que “en la Facultad de Derecho, allá por 1960, prácticamente no había cursos en los que los profesores enseñaran algo a los alumnos. La gran actividad que había era tomar exámenes todos los meses y los alumnos estudiaban por su cuenta en su caso, lo que por cierto, no daba mal resultado. Pero como método era terrible. Había dos excepciones: la cátedra de Derecho Civil de Boffi Boggero y de la cátedra de Filosofía del Derecho de Gioja”.

Compartió su experiencia vinculada a las clases que dictaba Ambrosio L. Gioja en el Aula 14 de la Facultad: “Era una de esas inmensas aulas con estrado que había en la época. Y una vez por semana había reuniones ahí. A esas reuniones con Gioja asistían los profesores, asistían los ayudantes, asistían los alumnos que querían. Yo era alumno e iba. Y ahí Gioja hablaba y no hablaba de lo que más sabía, hablaba de lo último que había leído. Y ahí se discutía, se debatía y Gioja, que era muy apasionado, se ponía rojo para debatir y discutía fuertemente con alumnos o con Vernengo, que le discutía siempre, o con Alchourrón o con Bulygin, o conmigo, o con Farrel. Es decir, no aprendíamos cosas, aprendíamos a debatir, aprendíamos el respeto del debate público”.

Finalmente, expresó que “por eso creo que tenemos que seguir el gran ejemplo de Gioja como maestro. La gran enseñanza de Gioja, a mi juicio, es que más que transmitir información hay que enseñar a pensar. Hay que debatir de igual a igual, con respeto y con profundidad, pero sin ningún temor reverencial ni reticencias corteses”.

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