Grietas de una memoria: genocidio y arte. Armenia, Holocausto, Camboya y Bosnia
Los días 5, 12, 19 y 26 de mayo se realizó la actividad “Grietas de una memoria: genocidio y arte. Armenia, Holocausto, Camboya y Bosnia”. El evento fue auspiciado por la Fundación S. y B. Arzoumanian.
En este marco, el 26 de mayo en el Salón Rojo Laura Pomerantz se refirió al genocidio en Bosnia, cerrando este ciclo. De esta manera, expresó que “la historia de los Balcanes cabalga sobre herramientas arrastradas, impregnadas de rupturas, poder e intolerancia religiosa”. En este sentido, manifestó que las divisiones son alimentadas por diversos dominios que, envueltos en intransigencias, conducen a matanzas descarnadas. Al odio ancestral entre etnias y razones, se le suma la ruptura de la Iglesia católica romana y la consecuente aparición del cristianismo ortodoxo, así como el Islam, que arribaría con el Imperio otomano en el siglo XIV, estableciéndose por más de 500 años hasta el final de la Primera Guerra Mundial. “La destrucción de la ex-Yugoslavia en el siglo XX se debe, a grandes rasgos, a la artificialidad de su construcción y a la decidida intervención de Alemania, en una época en que las grandes potencias triunfadoras de la primera gran guerra habían fabricado estados de acuerdo a su conveniencia, pensando que algo había que hacer con los saldos y retazos de los fenecidos imperios turco y austro-húngaro”, describió. Bajo el régimen comunista, Josip Broz Tito logra mantener unido lo que comenzaría a disolverse en ocasión de su muerte. “Unión que, evidentemente, también fuera forzada”, agregó.
Dentro de esta complejísima trama, los países de Europa oriental comienzan a cobrar independencia con su respectivo reconocimiento internacional. Eslovenia y Croacia ganan la independencia en junio de 1991, Macedonia en septiembre del mismo año y Bosnia del 29 de febrero al 1º de marzo de 1992. Inmediatamente después de la autonomía del único reducto musulmán de Europa, los serbios con Slobodan Milošević a la cabeza rechazan la decisión de la soberanía y el efecto dominó no se deja esperar. “El ataque a Sarejevo se produce en las áreas de mayoría musulmana y croata a principios de abril de 1992. De esto resulta un plan premeditado y sistemático que se prolonga por tres años, con el fin de erradicar a los musulmanes de la región y en contraposición exaltar el nacionalismo serbio”, narró. Pomerantz resaltó que el asesinato racial bosnio se inscribe bajo la condición de limpieza ética, por ser los ciudadanos víctimas de una masacre por el solo hecho de haber nacido musulmanes o bien profesar el Islam.