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Año V - Edición 83 30 de marzo de 2006

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Exposición sobre Oratoria

  • Notas

Quien haya pensado que el mundo del espectáculo en muchos casos es solo un conjunto de contenidos superficiales podrá convencerse ahora de que en realidad la actuación es mucho mas que eso. Para demostrarlo, basta con haber concurrido a la conferencia dictada por Soledad Silveyra el pasado 14 de marzo en nuestra Facultad. La famosa actriz fue invitada por la profesora Alicia Goldenberg para que, desde su experiencia frente a las cámaras, pudiera transmitir a los alumnos de Derecho las técnicas de Oratoria que, en buena parte, la ayudaron a conquistar el público.

Para presentar la actividad, la profesora Goldenberg rescató la estrecha vinculación existente entre el Derecho y la Oratoria (el arte de hablar con elocuencia), dado que “el derecho es un arte que nos permite crear ideas y pensamientos para interpretar normas jurídicas”. En cuanto al tema en cuestión, sostuvo que estamos acostumbrados a escuchar mucho sobre oratoria, pero sólo con referencia a la expresión lingüística; siendo que, en realidad, también es muy importante en la profesión el saber moverse, gesticular y expresarse con el cuerpo. “Esto es algo que se aprende con la experiencia y no por el estudio de los libros”.

Para terminar su introducción, nuestra profesora justificó en pocas palabras el por qué de la elección de Soledad Silveyra como paradigma del buen orador: “Ella es un sinónimo de éxito, porque ama lo que hace, y eso es lo que aquí ustedes quieren aprender: amar el derecho”.

Acto seguido, Solita definió a la Oratoria como el arte de persuadir, de comunicarse, donde el cuerpo entero hace al discurso, y donde aquel que habla debe creer en lo que dice intentando ser verosímil. Para graficar mejor la conexión que esta disciplina artística mantiene con el Derecho, la actriz trazó un paralelo entre ambas profesiones: la abogacía y la actuación. En primer lugar, hizo una comparación con el juicio oral, donde el abogado debe defender una acusación, mientras que en la escena el actor debe hacer lo suyo con la obra. Ambos deben convencer tanto a los jueces como al público, respectivamente, de sus razones.

Del mismo modo, tanto abogado como actor son intérpretes —uno del caso que debe defender y el otro de la obra— donde el mayor mérito se verifica en la honestidad que logran proyectar en el auditorio. Además, los dos están al servicio de una causa superior: el abogado va en busca de la justicia y el actor, representa lo mejor posible la obra.  

Finalmente, antes del debate, nuestra invitada metaforizó sobre el escenario donde cada uno desempeña sus funciones. “El escenario puede ser una hoja de papel en blanco, donde puede inscribirse tanto lo sublime como lo bajo, lo bello o lo repugnante. Tanto igual, es sobre ese espacio donde el abogado puede aportar las victorias de causas justas o alimentar el groso compendio que nuestra la sociedad actual tiene de injusticia y de impunidad”.