El retorno a la democracia casi cuarenta años después: miradas y reflexiones de estudiantes y profesores de entonces
El pasado 8 de julio tuvo lugar el ciclo titulado "El retorno a la democracia casi cuarenta años después: miradas y reflexiones de estudiantes y profesores de entonces" del Seminario de investigación sobre "40 años de democracia en Argentina", cuyo director es Juan Carlos Frontera. Organizaron el Instituto Gioja, el Departamento de Ciencias Sociales y la Cátedra libre "Democracia y Estado de Derecho Dr. Raúl Alfonsín".
En dicha ocasión expusieron Marcelo Alegre (catedrático de la Universidad de Buenos Aires), Nancy Cardinaux (catedrática de la Universidad de Buenos Aires y de la Universidad de La Plata), Elvira Beatriz Capici (docente de la Universidad de Buenos Aires), Ricardo Rabinovich-Berkman (catedrático de la Universidad de Buenos Aires) y Leandro Vergara (catedrático de la Universidad de Buenos Aires).
En primer lugar, Marcelo Alegre planteó que “la transición democrática fue el big bang de la democracia. Ahí creo que radica el interés por teorizar, estudiar y aplicar el método científico para entender las claves principales de la transición democrática. Y la Facultad estaba bastante cerca del centro de esa explosión porque el gobierno de Alfonsín fue un gobierno en el que prevalecía la gran importancia de los abogados para ocupar cargos en el Estado”.
Asimismo, sostuvo que “fue un big bang también para la facultad reformista, los años de Bulygin. En esos pocos años de decanato hubo una impronta pedagógica que todavía subsiste hasta hoy”. Y enumeró una serie medidas en esta línea: “La decisión de llevar a cabo juicio académico a los profesores autoritarios que había en la Facultad; la anulación de los concursos de la dictadura para generar nuevos concursos donde quienes estaban apartados de la universidad pudieran participar en pie de igualdad; hacer que todos los claustros elijan a sus representantes; los concursos para cubrir los cargos de titular y de adjunto; y el CBC que excedía a la Facultad pero que fue muy importante porque resolvió el problema de la falsa dicotomía entre acceso irrestricto y acceso restringido”.
Por su parte, Ricardo Rabinovich-Berkman manifestó: “Algunos de nosotros hemos hecho toda nuestra carrera bajo la dictadura militar. Recuerdos felices no tengo ninguno que se vincule con las instituciones y las autoridades de la Facultad durante ese período”. Y contó: “Todos, en general, cuando nos reuníamos y conversábamos no estábamos de acuerdo con la vía armada, pero sabíamos que desaparecían muchas personas que no estaban en la vía armada, más allá de que no se justificaba la desaparición de nadie. Y sí sabíamos que mucha gente que como nosotros había tenido militancia desde la izquierda, desde el peronismo o incluso actividad social no militante también desaparecía y era torturada”.
Seguidamente, indicó que “en la Facultad no pasaba nada, los profesores venían y te enseñaban derecho constitucional. Estos tipos no se habían enterado que estábamos bajo una dictadura militar que estaba desapareciendo y torturando gente”. Y explicó: “En esa época se entronizó en la Facultad el estudio de las leyes porque estudiar las leyes es aséptico y no es peligroso porque las leyes son las leyes. El texto de la ley es un estudio que no trae problemas”. En esta línea, agregó que “cuando se estudiaba filosofía, se tendía a buscar abordajes filosóficos que no tuvieran que ver con la realidad social. Por ejemplo, abordajes iusnaturalistas arcaicos”.
Elvira Beatriz Capici brindó una serie de reflexiones en torno a los cambios observados en la vida universitaria a casi cuarenta años del retorno a la democracia. Para ello, expuso desde tres grandes perspectivas: las posibilidades de ingreso a la universidad, los cambios producidos en la composición de la población universitaria y el modo de interacción entre profesores y alumnos y los cambios observados en la concepción misma del ámbito universitario.
“En 1978 el ingreso a la universidad estuvo limitado por los cupos asignados a cada facultad, lo cual era bastante limitado en relación con los inscriptos”, contó y recordó que “esta situación comienza a revertirse a partir del restablecimiento de la democracia, cuando se designa la intervención normalizadora a cargo de Francisco Delich como rector”. En esta línea, puntualizó: “El cambio se vio reflejado si consideramos que en 1978 solo ingresaron 1073, mientras que en 1985 el total ascendió a 10.394. Es decir, a poco más de un año de restablecimiento de la democracia el incremento producido de ingresos estudiantiles fue más del 500%. La vuelta a la democracia significó en el ámbito universitario una evidente apertura a la sociedad, dando respuesta a sus necesidades y facilitando el acceso a la educación”.
Asimismo, sostuvo que “el regreso a la democracia receptó de manera favorable las cuestiones de género y permitió el desempeño de la mujer en algunos cargos que hasta entonces no se había tenido acceso”. Y agregó que “a partir de 1984 se produce una modificación en los criterios de enseñanza que se traduce en el cambio del desarrollo de aprendizaje y en la generación de conocimiento entendido este como resultado de un proceso de construcción. El regreso a la democracia posibilitó el establecimiento de una relación menos distante y más fluida con los alumnos y permitió una dinámica áulica más participativa y reflexiva”.
Leandro Vergara expresó que “no hay dudas de que la UBA y la Facultad de Derecho vivieron momentos muy difíciles”. Luego expuso que “hoy tenemos muchas facultades en la Facultad. Veo a todos mis amigos, colegas y profesores con amplia experiencia pero todos compartimos distintas facultades. Cada uno vive en una Facultad distinta. Tenemos la mejor facultad, tenemos una facultad relativa, media y tenemos algunos espacios que desean mejorar”.
Por otro lado, manifestó: “Mi testimonio de haber sido un estudiante que comenzó la facultad en un período de dictadura y terminó en la democracia; soy un estudiante que transitó el cambio”. Y contó cómo era la mesa de exámenes: “Había que ir a la capilla que era un lugar en donde uno tenía que esperar con dos bolillas que a uno le daban para elegir con cuál de las dos tenía que comenzar. Era un momento tremendo. Ahí uno había dejado los libros y se sometía al albor de lo que seguía”.
Hacia el final, comentó que “la cuestión pedagógica estaba en cómo se tomaba examen libre: el profesor se jactaba de ser buen profesor por cómo tomaba, por cómo descubrir si el estudiante sabía o no sabía. Ese era el valor pedagógico de su actividad docente. Y eso es compatible con una enseñanza absolutamente enciclopédica”.
Finalmente, Nancy Cardinaux remarcó: “La UBA con la recuperación de la democracia produjo algo que institucionalmente es único en el mundo que es la reforma de todos sus planes de estudio: todas las facultades de la universidad reformaron profundamente sus planes de estudio. Esto es algo muy difícil y solo posible en un momento en que se cree que que los grandes cambios son posibles y están fuertemente legitimados”.
Y también recordó que “cuando se podía, molestar mujeres era una actividad que a los profesores les gustaba mucho y entre las docentes de aquel momento estaba la sensación de haber llegado a esos lugares a pesar de ser mujeres. Aparecía la negación del género y esa noción de tener que esforzarse más (...). Es interesante esa no perspectiva de género y la concepción patriarcal fuerte tanto entre los varones como entre las mujeres que eran docentes en aquel momento”.
Hacia el final, concluyó: “En la Facultad, la irrupción de la democracia fue un momento luminoso porque estábamos en el lugar en el que todo pasaba, los protagonistas estaban ahí”.