El impacto de la emergencia: mujeres y otras vidas precarias
El pasado 18 de junio se transmitió en vivo desde la página de Facebook del Instituto Gioja la actividad "El impacto de la emergencia: Mujeres y otras vidas precarias. Una conversación con Diana Maffía y Claudio Martyniuk".
Tras una breve presentación por parte de Marcelo Alegre (director del Instituto Gioja) tomó la palabra Claudio Martyniuk. Para comenzar, manifestó: “Una primera precariedad que registro y que tiene que ver con el virus es que en gran medida nos ha impactado de un modo que afecta nuestra capacidad de pensamiento, que se ha vuelto monotemático”. Y retomó la idea de Hume sobre la regularidad de los fenómenos. “Nosotros también creíamos en la regularidad de los fenómenos sociales. Aparece acá quebrada. Hay una ruptura violenta parece remitirnos a la figura hobbesiana del estado de naturaleza, hay algo en la naturaleza que en un punto, en esa remisión justificaría la emergencia de un leviatán protector”, indicó.
Planteó que el leviatán protege de manera paternalista mediante el procedimiento habitual del soberano que es la limitación de las libertades de las personas. “La primera consecuencia de este leviatán es la precarización de la cultura de los derechos humanos en el establecimiento, como diría Ranciere, de una partición, una policía de la sensibilidad que va partiendo el espacio”. Y sumó que “este espacio queda partido, escindido, por una parte, sectores que disponen de la capacidad de distanciarse y establecer las medidas purificadoras del caso y, por otro lado, nos presenta a sectores que no tienen esta posibilidad a mano”.
En esa misma línea argumental, sostuvo que “por un lado, la presunta posibilidad de las medidas de distanciamiento es una ficción que encubre esta diferencia material. Y esta diferencia tiene una serie de consecuencia, que en algunos casos son devastadoras. (…) Y por otro, nos encontramos con corredores. Hay distancia pero también hay pasajes”.
El leviatán hobbesiano traza una serie de argumentos que evidencian su verdad: la mayoría de las medidas que adopta son para cuidar el sistema sanitario. “El leviatán busca impedir que su sistema se presente como absolutamente caótico, inútil y finalmente aterrorice. Después de todo, este conjunto de medidas está destinado al cuidado pero lo que nos damos cuenta que lo que se trata es regular el flujo de camas”, señaló.
Destacó que se da un proceso de feudalización acompañado de un poder radical por parte del señor feudal de turno: “Hay un señor feudal que básicamente dirige. Salvo en algunos países que frente a esta tormenta hay mujeres con una sensibilidad y una capacidad de liderazgo que han logrado diferenciarse, en muchos casos este señorío reafirmó ese lugar del dueño de la tierra que no permite el paso a ningún otro porque cualquier otro es un contaminante”.
El expositor comentó que “en este capítulo social del leviatán logramos resolver el problema de las lagunas jurídicas. Ya parece claro que todo lo que no está permitido por un protocolo aprobado después de un análisis administrativo exhaustivo y verificado por un certificado que tenga como correlato un código QR, una aplicación y un DNI, por una validez temporal, todo lo que no está aprobado por un protocolo con todos esos correlatos está claramente prohibido”.
El leviatán hobbesiano es un soberano que manda, pero sabe que no tienen la verdad y la busca. Dicta órdenes, manda, tiene intuiciones sobre lo que es bueno para el pueblo, pero la verdad está en otro lado. Este soberano consulta a quienes comunican verdades que se habrían alcanzado. El problema es que irrumpió el virus y la comunidad científica no alcanzó verdades mínimas pero existen ansiedades por tener una verdad sobre el coronavirus.
Finalmente, remarcó algunas cuestiones propias de la filosofía. Por un lado, la lección socrática de aprender a morir. “De eso que nos cuenta la antigüedad clásica, Platón y otros, la relación entre filosofía y muerte hasta las reflexiones de Heidegger. Acá estamos, con nuestra conciencia de la finitud, nuestra fragilidad existencial”. Por otro, los planteos de Adorno sobre la industrialización cultural. “El sector social que puede tomar distancia es el sector social que queda conectado a Netflix, la evasión es la industria del entrenamiento. Es un momento de notable incremento de estar en el mundo. De estar frente a una pantalla, con consecuencias, rasgos que son visibles, algunos empobrecedores”.
A su turno, Diana Maffia destacó que “la pandemia no produce la precariedad sino que la pone una manera tan visible que es imposible no verla. Quiénes son los sujetos precarios que la sociedad decidió poner en los márgenes mientras en el centro transcurría una política y una economía responsable de esos márgenes”. Y añadió que “la contracara de esos márgenes de precariedad es precisamente la centralidad de un modo económico y un modo de hacer política”.
En ese sentido, afirmó que “el derecho a la vida y propiedad privada son el núcleo más central del pacto social androcéntrico en el cual las mujeres no habían intervenido, las mujeres no teníamos capacidad de ciudadanía ni capacidad para entrar en esas estructuras de diseño del Estado liberal y esto hace que para nosotras sea una enorme ficción”. Y sumó que “el derecho es una enorme construcción androcéntrica que se enseña en las facultades androcéntricas de derecho, se preserva, se cultiva y se replica”.
Indicó que la pandemia nos encuentra en una enorme virulencia del movimiento feminista: “Pensemos al movimiento de mujeres como un movimiento donde muchas otras subalternidades, muchas otras precariedades, están encarnadas. (…) Si hablamos de la precariedad de clase, la precariedad de etnia, de color, de edad, laboral, cultural. En cualquier precariedad que pensemos las mujeres estamos en precariedad. Somos precariedad como género y además somos precarias en cada una de las precariedades en las que tenemos que hacer alianzas con otros sujetos precarios peor que hegemonizan su representación”.
Maffía expresó que las femineidades –sin importar en qué corporeidades se expresen- representan una vulnerabilidad. “El asesinato expresa una relación de poder que está en el marco de esa precariedad, es decir, no le voy a reclamar al Estado por un problema interpersonal -no le puedo decir al Estado que me garantice el amor, el matrimonio o la relación de pareja-, pero sí le puedo pedir que me garantice relaciones de igualdad, que el amor, el matrimonio, la familia o la relación de pareja no signifiquen para mí una amenaza de muerte”, enfatizó y reflexionó que “lo que está pasando ahora con el aislamiento preventivo es que lo que se supone que nos salva, que es no ir al espacio público, a nosotras nos condena a estar en un espacio privado donde han crecido de manera exponencial los casos de violencia y de femicidio”.
En relación a lo anterior, la expositora destacó que la pandemia pone en el centro es algo que el feminismo viene trabajando por lo menos hace tres décadas: las políticas de cuidados y la economía del cuidado. Por un lado, la dimensión privada del cuidado. “Como las mujeres nos hemos tenido que quedar en nuestra casa y eso alteró nuestra vida porque nos hacemos cargo de las tareas domésticas, la reproducción de la fuerza de trabajo, la provisión de cuidados vinculados con la salud, la reproducción biológica, por supuesto, pero fundamentalmente de la reproducción social”, afirmó. Esos roles que encarnan las mujeres en el ámbito doméstico instruyen sobre los roles sociales que varones y mujeres van a desempeñar en el ámbito público. “Esos roles que reproducimos son roles opresivos. Si algo ha logrado el patriarcado que es verdaderamente cruel es que las propias víctimas reproduzcamos los roles opresivos que nos oprimen”, consideró.
En ese sentido, señaló que “el cuidado ha quedado en temporalidad y en tareas a cargo de las mujeres por un prejuicio absolutamente arbitrario que es posible cambiar porque fue una decisión política por omisión en un contrato social que no nos contempló y puede ser una política por inclusión implícita en un nuevo contrato social que ahora sí nos incluya”.
Asimismo, existe una dimensión pública de los cuidados que incluye la salud, la educación y la seguridad. “Nos morimos si no tenemos atención de la salud y la salud es una política de cuidado. ¿Era la política que estaba en el centro del financiamiento? De ninguna manera. Está precaria, está destruida, está mal paga, tiene pocos médicos, pocas vocaciones”, remarcó. “La salud es además es un sector fuertemente feminizado más del 60 por ciento de los efectores de salud, no solo en el país, a nivel mundial, precisamente porque es una tarea de servicio de vinculación con el prójimo y de mitigar el dolor”, postuló. La educación es otro sector fuertemente femeneizado. Con respecto a la seguridad, sostuvo que “es una de las áreas presuntamente de cuidado en lo público pero esta área de cuidado en lo público es en la que más se piensa en invertir. Invertir en armas, en equipamiento porque se está pensando en una idea represiva de la seguridad, la seguridad como idea represiva es al que pone límite”.
La redistribución equitativa del cuidado en el espacio de lo privado implica desfemeneizar. “El cuidado de ninguna manera es algo que, aunque nos pasa a las personas en lo privado, es una responsabilidad pública, y desmercantilizar el cuidado quiere decir que la única solución no puede ser la que provea el mercado, no puede ser que quienes tienen capacidad económica accedan a tener un cuidado en lo público”, aseguró.
La respuesta en relación a los cuidados en el ámbito público pasa por situar en el centro la salud, la educación y la seguridad en un sentido humano. “Todo lo que implica a la hegemonía financiera pasa lo márgenes e implica un tipo de relación económica diferente. Esa relación económica la venimos discutiendo hace décadas y es una renta básica universal”, aclaró. Y sumó que “la idea de una renta básica universal es igualar en dignidad, en capacidad a todos los sujetos de una sociedad”.
Por último, subrayó que “parte del nuevo contrato social tiene que estar fundado en condiciones éticas diferentes que van a dar como resultado una economía diferente”. “Entonces, nuevo contrato social, renta básica y una ética del cuidado y la responsabilidad en la que todas las personas seamos entrenadas, no solo las mujeres porque vamos a cuidar, sino todas las personas porque vamos a ser una sociedad de cuidado responsable colectivamente todes nosotres”, concluyó.