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Año XII - Edición 209 25 de abril de 2013

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Ciclo de conferencias de Filosofía del Derecho - Igualdad y diferencia: La demanda política del género

  • Notas

El 11 de abril tuvo lugar en el marco del ciclo de conferencias de filosofía del derecho, la conferencia de la Dra. Diana Maffía sobre “Igualdad y diferencia: la demanda política de género”. La disertante fue acompañada por el Director del Departamento y la Maestría en Filosofía del Derecho, Dr. Ricardo A. Guibourg.

En primer lugar, Maffía consideró que los conceptos de igualdad y diferencia no son opuestos sino complementarios. Lo opuesto a la igualdad no es la diferencia ontológica sino la desigualdad política. Así, planteó dos cuestionamientos sobre las que versó su disertación: si la diferencia material atenta contra la igualdad política y si la política está necesariamente fundada en la ontología, concluyendo de manera afirmativa ambas cuestiones.

De acuerdo con ciertas líneas del feminismo, las diferencias políticas entre varones y mujeres no existen. Sin embargo, existe otra vertiente que busca en el feminismo “un universalismo que conviva con la pluralidad de lo humano sin permitir que un pequeño conjunto de cualidades de los sujetos hegemónicos sustituya a la totalidad, inferiorizando y marginando luego la diferencia”, expresó Maffía.

La oradora retrocedió 2.500 años en la historia filosófica occidental para explicar las ideas de Aristóteles, quien defendió un orden jerárquico social fundamentado en un orden jerárquico natural. Este método de primero naturalizar las diferencias y luego jerarquizarlas para fundar en ellas roles subordinados en la sociedad fue “imitado como método y aún hoy se utiliza para justificar, a partir de las funciones de reproducción de las mujeres, la enajenación de su autonomía y la limitación de su acceso a muchos bienes sociales”, aseveró la Dra. Maffia.En La política,Aristóteles afirma que el macho es superior a la hembra, y la hembra, por naturaleza, inferior. La mujer fue desplazada de la ética y del derecho ya que estos conceptos implican igualdad. De esta manera, se “fundamenta en un plano ontológico la relegación social, jurídica y económica de las mujeres”, agregó. De acuerdo con Aristóteles, las virtudes morales son iguales para todos, pero la templanza masculina y femenina no puede ser considerada igual. El valor del hombre se demuestra por su autoridad, y el de la mujer por su obediencia. Si bien el ser humano se diferencia del animal por su racionalidad, otra radical diferencia expuesta por este pensador es la emocionalidad que predomina en las mujeres opacando sus facultades deliberativas, lo cual les impide gobernarse por sí mismas. Las mujeres quedan, así, relegadas al ámbito privado o reproductivo, y los hombres se ocupan del ámbito público o productivo. Finalmente, Aristóteles caracteriza a la mujer por su debilidad corporal, su virtud propia para las tareas domésticas, su valentía subordinada, su moderación, su modestia y su irreflexiva emotividad.

Posteriormente, Maffía analizó las ideas de los pensadores del contrato social. Así, cuando se hablaba de que “todos los hombres son iguales”, no se referían a todos los hombres, sino sólo al varón adulto, blanco y propietario. Hobbes y Locke defendían el régimen patriarcal, sosteniendo este último que los mayores conflictos de los humanos se generaban por la propiedad de la tierra y la propiedad de las mujeres. Por su parte, Rousseau sostenía que la autonomía y la libertad eran valores humanos pero que las mujeres no los tenían. Este pensador excluyó al género femenino de la vida política y de la educación porque una mujer sabia “es un castigo para su esposo, sus hijos, criados, para todo el mundo”. Su deber era servir al hombre. Sin embargo, algunas mujeres de la época se rehusaron a aceptar esta posición y en 1792 Mary Wollstonecraft escribe el primer tratado de teoría política feminista: La vindicación de los derechos de la mujer. La autora expuso que para alcanzar la ciudadanía plena, las mujeres deben a la vez homologar a los varones (igualdad en el desempeño en el ámbito público) y reivindicar su maternidad (diferencia).

Luego, Maffía explicó que la libertad política, entendida como libertad de elección sin reacción violenta, no es equiparable a la libertad humana y aseveró que “afirmar que las mujeres tienen derechos es no sólo esperar que tales derechos estén sancionados bajo la forma de norma, sino que su respeto forme parte de las relaciones sociales y que tales derechos puedan ser peticionados, reclamados y garantizados; cosa que sólo ocurre dentro de una comunidad política”. En cuanto a la igualdad, la definió en base a los conceptos de simetría, reflexividad y transitividad. La igualdad política no es una condición natural fija, sino una condición que se adquiere o pierde según grados no fijados de antemano en un origen mítico-ideal que se marca en la expresión todos los hombres son iguales en la lucha individual y social. “La democracia no garantiza la igualdad política sino las condiciones del terreno donde esta igualdad puede ser reivindicada a cada momento”, agregó.

Finalmente, comentó que recién en 1993 enla Conferenciade Naciones Unidas de Derechos Humanos, celebrada en Viena, la ONU otorga a los derechos de la mujer la calidad de Derechos Humanos. Sin embargo, resulta difícil que esta nueva jerarquía que han adquirido sea respetada ya que ciertas condiciones, ahora consideradas humanas, sólo les ocurren a las mujeres.

“Afirmar que las mujeres tienen derechos es no sólo esperar que tales derechos estén sancionados bajo la forma de norma, sino que su respeto forme parte de las relaciones sociales y que tales derechos puedan ser peticionados, reclamados y garantizados; cosa que sólo ocurre dentro de una comunidad política”, aseveró la Dra. Diana Maffía.