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Año VII - Edición 135 27 de noviembre de 2008

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Ciclo de charlas “Una agenda de desarrollo sustentable para el bicentenario” - El desarrollo sustentable frente al cambio climático

  • Notas

El día 13 de noviembre se dio inició a este ciclo de charlas organizado por la Universidad de Buenos Aires y auspiciado por el Suplemento iEco. La primera reunión se desarrolló en el Salón Verde de nuestra Facultad y se trató la temática “El desarrollo sustentable frente al cambio climático”. Para exponer sus puntos de vista fueron convocados Vicente Barros (Centro de Investigaciones del Mar y la Atmósfera y Profesor de la Facultad de Ciencias Exactas), Edward Hogg (Asesor en Cambio Climático y Energía de la Embajada Británica en Buenos Aires) y Alejandra Volpedo (integrante del Centro de Estudios Transdisciplinarios del Agua de la Facultad de Ciencias Veterinarias). Ofició como presentador, el periodista Gustavo Sierra.

En primer lugar, Gustavo Sierra recordó un viaje que realizó por el sector antártico y describió las mutaciones ocurridas en el ecosistema como consecuencia del cambio climático. A modo de ejemplo, señaló que los glaciares muestran un retroceso de casi 4.000 metros de longitud y que ha desaparecido la barrera de hielo que se creía eterna en la bahía antártica. Asimismo, enfatizó en la expansión de las bases de las grandes potencias, como China y Rusia, y de otras no tan potentes, como las chilenas. En este sentido, afirmó que el cambio climático está produciendo en los dos puntos extremos del planeta cambios geopolíticos.

“El futuro actual es producto de una veloz transformación a escala planetaria, fundamentalmente debido a la revolución informática, a la aceleración de la globalización, a la difusión de la tecnología y al avance de la biotecnología”, expresó Vicente Barros. En tal contexto, agregó que el cambio climático es la manifestación de algo más amplio: el aumento de la población y del consumo, y el fuerte crecimiento del mundo en desarrollo; factores que generan una crisis de recursos porque el crecimiento de aquellos, históricamente relegados, se da en bienes concretos y materiales con un alto costo en recursos.

En idéntica tesitura, estimó imposible el sostenimiento indefinido de un crecimiento exponencial en un mundo de recursos finitos.
Sin embargo, restó simpleza a la aseveración, pues consideró que, aunque finitos, aquellos son elásticos, cualidad dada por la inteligencia humana.

Por otra parte, destacó el crecimiento casi exponencial de las emisiones de gases, con el consecuente aumento de sus concentraciones en la atmósfera. Del mismo modo, presentó las proyecciones a futuro de acuerdo con diferentes escenarios y destacó que, en el mejor de los casos, a fin de siglo, la temperatura global podría estar 1,8ºC por encima de la registrada en el año 2000. En otro escenario extremo, la diferencia sería de 3,3ºC. No obstante ello, subrayó que, en tanto los diferentes modelos predictivos no presentan diferencias hacia 2050, puede generarse un problema político en el caso de que se decidiera diferir la acción a generaciones venideras, que inevitablemente se encontrarían en la misma situación. “Esto da otro mensaje, el cambio climático, al menos de aquí a 30 años, es inevitable. No sólo debemos considerar en la agenda política internacional la mitigación del cambio, sino también la adaptación”, sintetizó.

Seguidamente, comentó que los dos problemas más graves serán la extinción masiva de especies y ecosistemas y la crisis del agua. Por su parte, y tras reseñar brevemente las causas e implicancias de la crisis humanitaria que se está registrando en la zona de Darfur (Sudán), argumentó que “no es el cambio, sino la irracionalidad con la que lo manejamos lo que acarrean estos desastres”. También se refirió a la propagación de vectores y enfermedades y a un posible incremento del nivel de conflictividad internacional.

Para concluir, señaló que, aunque por el lado de la tecnología está la mayor esperanza para la resolución de estos problemas, se requieren cambios culturales.

A su turno, Edward Hogg comentó un estudio desarrollado por un equipo de investigadores británicos, según el cual la inacción ante el cambio climático podría implicar una reducción irrecuperable de entre un 5 y un 15% del PBI global. De esta manera, se registraría una merma en la biodiversidad, aumento de la conflictividad internacional y de las migraciones.

Entretanto, contrapuso la comparación de los costos del calentamiento con los costos de tomar medidas efectivas resulta llamativa, dado que estas sólo comprometerían el 1% del PBI mundial. “La mayor parte de las tecnologías necesarias para ello ya existen o están en fases de desarrollo”, aseguró.

En otro orden de ideas, destacó que en la política interna del Reino Unido es recurrente el tema de la mitigación de los efectos, para luego opinar que aunque todos los países desarrollados redujeran sus emisiones en un 90%, sería necesario que los demás países también tomaran medidas positivas.

Por último, advirtió que en la próxima reunión mundial relativa a las cuestiones analizadas, a realizarse el próximo año en Copenhague, por la magnitud de sus economías y sus emisiones, estimó que los Estados Unidos y la República Popular China serán factores muy importantes en las negociaciones venideras.

En última instancia, Alejandra Volpedo se refirió a los efectos del corrimiento del ganado hacia suelos que no son los más aptos para el desarrollo de la actividad. En este sentido, destacó el aumento de la densidad y la acumulación de excretas. Como consecuencia, “los efluentes de los residuos se dirigen a acuíferos, contaminándolos de manera puntual y ya no meramente difusa”.

Para sintetizar, explicó que las actividades pecuarias tienen una bidireccionalidad en relación con el cambio climático: por un lado, mediante emisiones de gases de efecto invernadero; y, por otro, a través de la afectación que el cambio produce en la actividad. Ello se debe a la alteración de la calidad de las pasturas del agua y la vulnerabilidad sanitaria. “El aumento de la temperatura puede permitir que los agentes patógenos desciendan en cuanto a las latitudes en que se encuentran presentes”, adicionó.

En lo atinente a los humedales, los definió como ecosistemas que cumplen importantes funciones como regulación de inundaciones, recarga y descarga de acuíferos, barrera a las aguas saladas en ecosistemas costeros, estabilización de microclimas y conservación de la biodiversidad. Por ello, entendió que exceden a los servicios que el hombre puede obtener directamente de ellos. Su afectación, a nivel ecosistémico, podría darse por efectos biofísicos; mientras que a nivel de comunidades, ya existen cambios en la composición de especies.

Posteriormente, se refirió a los estudios realizados en torno al caso de la Bahía de San Borombón, para luego concluir señalando la necesidad de avanzar en ese tipo de investigaciones, que deben enmarcarse en una regulación territorial y una gestión integrada a nivel de cuencas.